
Por Nuestra Cruzada
Comprender el quehacer político dentro del fútbol es parte de disputar los espacios dentro y fuera de la cancha. Posicionarse no solo como una persona con una profesión, sino que desde ella también se transmite un mensaje relacionado con decisiones que tienen contenido ideológico, lo cual es innegable. Bajo esa misma premisa, se puede hacer notar que el fútbol femenino ha tenido mujeres que se han posicionado de forma crítica en oposición a los gobiernos de los países a los que representan, tal es el caso de Megan Rapinoe, quién se define como opositora a Trump.
Lo mismo sucede en el caso chileno, donde las futbolistas profesionales han tenido que luchar por compatibilizar esta actividad con el trabajo y los estudios, ante la ausencia de una Asociación de Fútbol Nacional y un Estado que no ha sido capaz de invertir para avanzar en su profesionalización o, al menos, en que las jugadoras tengan las mínimas condiciones para desarrollar su carrera a la altura de grandes potencias como las que enfrentaron en el Mundial.
El fútbol es una bandera de lucha constante y así lo han entendido ellas también. En Chile, tenemos jugadoras disidentes sexuales, feministas y que creen en la soberanía de la mujer sobre su cuerpo. Ellas han alzado la voz ante las injusticias y causas sociales, disputando espacios con un gobierno intolerante, racista, patriarcal, clasista y homófobo que solo quiere aparentar la inclusión, cuando detrás de camarines ellas siguen estando solas.
Es por ello que el desmarcarse de las costumbres diplomáticas tradicionales, el silencio y el no presentarse frente a un Presidente, también son un acto político. Estos muestran el desacuerdo con el problema estructural que él y su gabinete representan: un sistema capitalista que oprime duramente a mujeres, disidencias e indígenas.
En la misma línea, entonces, podríamos aplicar también el «No queremos ir a la puta Moneda» como una opción válida, entendiéndose que, al igual que la capitana estadounidense, somos protestas andantes y que no simpatizamos con los ideales del conservadurismo chileno actual ni en su falso discurso de género.