Día del Patrimonio: el Estadio Nacional como espacio político y sitio de memoria

«Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro». Memorial en la galería norte.

La mayoría de la gente, al ser consultada sobre el Estadio Nacional, piensan en la Selección Chilena de Fútbol. Otros recordarán al equipo Universidad de Chile, que hace las veces de local en ese estadio la mayoría del tiempo. Quizá algunos también tengan presente a los tenistas que tantas veces jugaron series de Copa Davis en el Court Central rebautizado como Anita Lizana. O incluso el “pilucho”, la estatua del Discóbolo donada por la comunidad griega en 1958 y por la que se llamó Avenida Grecia en 1962 a la calle donde está ubicado, mismo año donde ese estadio fue sede mundialista.

Pero el Estadio Nacional no es solo un espacio de esparcimiento. Fue también el centro de detención política más grande implementado por la dictadura cívico-militar de Pinochet. Fue allí, durante los casi dos meses en que funcionó, por donde pasaron como presos políticos más de 40 mil personas, tanto en el sector de las piscinas como en el estadio mismo.

Fotografía ubicada en el camarín cercano a las piscinas, donde estaban las reclusas.

40 mil personas que eran un reflejo de ese Chile: obreros, sindicalistas, profesores, universitarios, miembros de los cordones obreros. Tanto hombres como mujeres, tanto chilenos como extranjeros. Todo a lo que le temía la dictadura. A Chile; una representación del país.

Estos recuerdos, rostros y vidas que nunca volvieron a ser igual, son algunos de los recuerdos que tendemos a olvidar y que son rescatados por la encomiable labor que realiza la Corporación Estadio Nacional, Memoria Nacional.

Esta organización realiza visitas guiadas por los sectores en los que muchos chilenos estuvieron detenidos por pensar distinto y organizan la construcción y mantención de los distintos memoriales que recuerdan lo que pasó allí. Que nos hacen vivir la angustia de los presos que, mirando hacia las puertas de avenida Grecia, buscaban alguna pista de sus familiares para contarles que ellos estaban vivos todavía. Y esos familiares, desde las mismas puertas, levantaban las manos todos los días esperando ser reconocidos. O el sobrecogedor memorial en la galería norte, donde se mantiene un sector con los mismos tablones en los que se sentaron muchos chilenos detenidos y se lleva a cabo un proceso de decapado de los muros del túnel para poder ver los grabados que hicieron los presos en sus paredes. Nombres, marcas, empresas, apellidos. Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro.

Desde esta salida, se puede ver avenida Grecia, donde las y los presos buscaban a sus familiares.

Quizá su aporte más importante es, no obstante, el resignificar el espacio deportivo y decir día a día que allí transcurrió parte importante de nuestra historia, y que esta historia sucede en nuestros lugares cotidianos. Que estos no son aislados, que son parte de un entramado social. Donde se juega fútbol también se cometieron tragedias, y que el mismo fútbol ayudó a esconderlas. Irónico resulta en este caso que una de las razones por las que el estadio dejó de usarse como campo de detención fue la solicitud de la FIFA para que la cancha pudiera albergar el partido de vuelta por el repechaje contra la Unión Soviética.

Parte del recorrido puede ser visto en la siguiente galería de fotos, pero, y aprovechando que este fin de semana es el Día del Patrimonio, vivir en carne esta resignificación y sentir como propia la angustia histórica y la deuda social de justicia es un homenaje mínimo que podemos y debemos hacernos.

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