
Son cada vez más frecuentes los conflictos entre hinchas y las dirigencias de las empresas que alguna vez fueron nuestros clubes. Algunos de estos problemas son el aumento injustificado en los precios de entradas, servicios higiénicos indignos, cambio de escudo y camisetas, no pago de cotizaciones, falta de proyectos formativos, nula participación de los hinchas, maltrato a ídolos e historia. Incluso, mala gestión económica y la inexistencia de resultados deportivos que los sustente. Además, vemos constantemente que comunidades y colectivos de hinchas se muestran en contra del atropello que significan las acciones de los empresarios a cargo de las cáscaras vacías de lo que alguna vez fueron nuestros clubes de fútbol.
Es que no lo entienden. No entienden lo que significa, que la historia es de verdad nuestra, que los colores y las camisetas son con las que crecimos y en las que creímos. Que la camaradería que forjamos en la cancha o en los viajes es de las que se mantendrán por siempre. Que muchas veces la camiseta, los colores, los gritos y banderas son uno de los nexos más importantes que tenemos con nuestra familia. Que nos unen, nos congregan. Que son parte de nosotros. Que ganar y perder no es solo ganar y perder, es ganar y es perder con los tuyos al lado. Que no se transa, que no nos vendemos.
Quizá el paso que nos falta por dar está fuera de ese entendimiento, está en reconocer al enemigo común. Que cuando los y las hinchas de Ñublense se ponen del lado de los trabajadores, se ponen del lado contrario al capital. Que cuando se reclama contra la insalubridad de los baños de Playa Ancha, se reclama contra las formas de capital para seguir acumulando. Que cuando Azul Azul y Everton S.A.D.P. son criticados por no entregar mecanismos de participación reales y efectivos, las críticas van en este mismo sentido: el de exigir espacio dentro de los territorios que han sido cooptados por el capital. Que cuando las hinchas de Universidad Católica y Colo Colo se unen para exigir el fin del acoso en el estadio, también se unen contra las formas de invisibilización de la mujer que tiene el capital para seguir perpetuándose a sí mismo, como también se ve en el mural en el Paseo Colocolino que buscan pintar las hinchas albas con el fin de visibilizar su historia como mujeres colocolinas. Que nuestra batalla, la de todos nosotros en cada uno de nuestros espacios, es contra el capital.
Porque lo hemos visto en nuestros equipos, sea cual sea. La crisis está extendida y hay incluso empresarios que ya han reconocido su fracaso. Hay problemas cuando impera el mercantilismo y cuando avanzan las sociedades anónimas, y esto ya no debería ser novedad. Pero falta un paso más, porque solo acusar el golpe dentro de cada espacio particular no es suficiente, eso no nos devolverá lo que es nuestro por historia y derecho. Lo que nos toca es, entonces, unirnos y combatir al enemigo común. Cada persona desde sus frentes y con sus particularidades, pero sin perder la vista del horizonte. Mostrarle a todos que otro fútbol es posible.