
Álvaro G. Valenzuela Pineda
Asamblea Hinchas Azules
El sol otoñal de abril no tiene misericordia con los santiaguinos que nos congregamos en el Estadio Nacional. Es un domingo que hace unos años hubiese sido nublado y bastante frío. En la actualidad es completamente diferente: el famoso calentamiento global deja su estela.
Es una tarde de fútbol, de esas que aprietan la guata y generan ansiedad. No hablamos de una final de campeonato o una de esas noches mágicas de Copa Libertadores. No, esto es muy diferente, no tiene mucho glamour. Este momento nos llena de un nerviosismo poco habitual. Porque para un hincha de equipo grande, tan grande como lo es la U, es diametralmente opuesto el sentimiento de nervios de un partido del que depende el título, al de partidos en los que ve la tabla de abajo para arriba, desde lo más abajo del torneo. Aun así, a pesar de este escenario poco habitual, al partido con Unión La Calera (tercero en el torneo nacional) llegaron más de 20.000 hinchas azules, aunque quizás con un foco distinto, no pensando en un triunfo sino para manifestar un hecho político. La resistencia azul se hacía presente en Ñuñoa para pelear contra el enemigo real: Azul Azul S.A.
Lo que pasó en la cancha del Julio Martínez es solo una muestra del daño que la concesionaria le ha hecho al club de la Universidad de Chile, es el resultado de años de malas decisiones, años de desidia, falta de compromiso y preocupación. Años de mentiras absurdas y de vergüenzas en distintos niveles. Cuando vemos la tabla de posiciones no podemos pensar que eso es un hecho aislado de todo lo que ha ocurrido en el último lustro en la U. No puede, bajo ninguna lógica, ser una coincidencia. Al contrario, es un síntoma de lo enfermo que está por dentro el CDA.
La resistencia laica es aquella que a pesar de todo manifiesta su compromiso con la causa azul. No, no se conforman con ser meros espectadores de este momento que vive una institución que es parte de sus vidas, del día a día. No quieren y se niegan rotundamente a ser tildados de clientes por una sociedad anónima abierta que solo tiene entre sus objetivos el perseguir utilidades. Esta resistencia azul viene dando la pelea hace más de 10 años, hay íconos que mantienen, lienzos que establecen un compromiso, banderas que podrían contar miles de historias, que han estado en el norte, que han conocido el sur y que han viajado al extranjero. La lucha nunca ha decaído en ellos, a pesar de que el tiempo siempre deja marcas a su paso y en esto se han llevado casi 13 años. Quizás están más viejos, más cansados, pero sin dudas están más convencidos que nunca de lo que se debe hacer.
Lo que está en juego hoy va mucho más allá de una posición circunstancial en la tabla de posiciones, es más profundo aún: es una forma de ver la vida. Cuesta explicar que nos quitaron espacios de participación, que una noche entre cuatro paredes fraguaron cómo robarnos nuestros clubes. Vieron un punto político, económico y social que podían manipular, que podían controlar y que no debía seguir en manos de la sociedad. Se adueñaron de recursos naturales, del agua, de la luz, del cobre, de los caminos. Les quedaban los clubes y los tomaron sin demora. Se apoyaron en todos los medios legales en que podían hacerlo. Fueron capaces de tramitar una ley que huele y tiene el podrido sabor a coimas y corrupción.
Pero nuestra conciencia debe estar en paz; hay un grupo de rebeldes que su único superpoder es este inmenso y eterno amor gigante en color azul. No se han ido, no se han rendido, siguen ahí. (*)
(*) N.del editor: ¡Y vencerán!