Victoria Quevedo, campeona

Victoria Quevedo en un cuadrilátero a medio armar en el Club México.

Por María Torres.

Victoria Quevedo se mueve con comodidad entre el gimnasio y los pasillos del Club México, lugar que la ha acogido los últimos cinco años de su vida. Los que llevan más tiempo entrenando la saludan cariñosamente, otros la miran de lejos porque saben quién en es, pero no han conversado con ella; y los más nuevos -quienes se cansan más rápido en el entrenamiento- no notan su presencia.

Fácilmente había 100 personas entrenando ese día, pero al preguntar por “la Vicky”, la secretaria del club sabe perfecto a quién buscar. “Es que soy constante. Este no es un deporte que puedas tomarte en serio y venir sólo tres veces a la semana”. Por eso todos las conocen: pase lo que pase, la Vicky está ahí todos los días.

Cuando llegó al Club México, se enamoró de la preparación física que implica practicar boxeo, de la constancia que hay que tener y de la estrategia. “Si no me funcionaba algo, llegaba a mi casa cansada y volvía a repasar los movimientos. Inventaba una estrategia para que al otro día no me pasara lo mismo”.

Hoy es bicampeona nacional de boxeo amateur, pero el camino siempre pareció estar cuesta arriba. Su mamá le decía que era ridícula, que estaba muy vieja para un deporte así. Llegó con 28 años a entrenar, con una hija, sin estado físico y sin haber practicado deporte en su vida. “La constancia me llevó a ganar la confianza de Don Luis (Valenzuela, gerente del Club México) y del aguja (Miguel González, campeón latino supermosca de la AMB), quien no me quería entrenar porque obviamente se proyectan con cabros menores. Incluso una chiquilla con la que peleé me dijo ‘no seai ridícula’, que a los 28 años no se comienza a boxear. Así me lo dijo. La diferencia es que ella no fue constante y yo soy bicampeona amateur en Chile”.

“Me va a matar, me va a matar”

Victoria nunca había practicado deporte antes. Llegó al boxeo porque no le fue suficiente el poco tiempo que entrenó kickboxing: “me iba bien con las patadas, pero se me bajaban mucho los brazos. Por eso me metí a boxeo”, explica mientras empuña sus manos y las sube a posición de guardia. Sin embargo, en realidad fue el consejo de un amigo el que la llevó a iniciarse en el deporte: “él me dijo ‘oye, este hueón va a salir en cualquier momento y tenís que saber defenderte’”

Fueron siete años en los que Victoria se vio sumergida en una relación violenta. En los que él, entre golpes por la espalda y botellazos, terminó quebrándole dos costillas. En los que tuvieron una hija, Melissa, y en los que denunció a su pareja, quien terminó en la cárcel por violencia intrafamiliar. “Sabía que iba llegar el momento en que iba a salir de la cárcel. Yo ensayaba, así, y me movía, y pensaba cómo iba a ser cuándo me atacara. Me repetía que tenía tres años para prepararme, que cada vez quedaba menos tiempo. Pensaba ‘éste va a salir y me va a matar, me va a matar, me va a matar’”.

Cuando comenzaron los episodios de violencia, la Vicky se defendía, golpeaba de vuelta -o intentaba-, pero después de un tiempo dejó de hacerlo. Su autoestima era muy baja y se había hecho muy fácil para él agredirla. Independiente de todas las veces en que denunció a su ex pareja, incluso mientras él estaba en la cárcel, siempre se conseguía un teléfono y su número de celular, sin importar cuántas veces ella lo cambiara. “Siempre encontraba una manera de fastidiar”.

Con ese espíritu, de poder defender su vida y la de su hija, es que aprendió a boxear. Y practicó por si algún día él la encontraba. Sin embargo, en el camino su percepción cambió: “Al principio pensaba que me iba a defender, pero cuando aprendí a golpear de verdad, ese interés bajó. Aprendí que si él me golpeaba o intentaba hacerlo, no era necesario que yo lo golpeara de vuelta. Solo era apartarme. Con eso empezó a crecer mi carrera como boxeadora”. Con el boxeo, no sólo su percepción de una pelea cambió, también lo hizo su cuerpo, su vida y sus reflejos: “si me llega un golpe, yo ya no cierro los ojos”.

La bicampeona

A la Vicky le dicen “la demonia”, seudónimo que no le gusta y -supone- que es porque escucha metal. “Además dicen que soy maldita para pelear”. Quizá también tiene que ver porque su estilo es de ir a buscar la pelea, ir al ataque y no ceder el control del round.

Esa garra y decisión la llevaron a ser bicampeona de boxeo amateur. Al principio le costó mucho tenerse fe. Siempre entrenaba con hombres y, según cuenta ella, la mayoría de las veces eso implicaba recibir más golpes que los que daba. Sin embargo, al ir avanzando en el campeonato femenino veía que sus contrincantes sangraban y tiraban la toalla mientras ella acumulaba nocauts técnicos. “Entreno con los mejores en el Club México, así que estoy acostumbrada a las manos pesadas. En una pelea nunca me han pegado un combo que me haya dejado así como en el Street Fighter, como mirando pajaritos”.

Al igual que en otros deportes, el boxeo femenino tiene condiciones muy inferiores al masculino. “Las mujeres peleamos poco” y además, según explica, es de “mucho humo”. “Es súper común que las mujeres que entrenan boxeo sean de pura pose en Facebook, pero en el momento de los quiubos no tienen la valentía para pelear porque no confían en ellas mismas”. Además, en las veladas en que hay peleas femeninas, “las personas suelen ir al baño o hacer otras cosas. Por eso una tiene que ganarse los espacios, no te van a mirar porque sí”.

A Victoria también le tocó ganarse un espacio en los entrenamientos*. Le pasó muchas veces que quería demostrar toda la técnica que había aprendido durante la semana, pero al momento de guantear con hombres, éstos se burlaban, apenas la tocaban o movían las piernas “y no, poh, yo quería pelear”. A veces, cuando llegaban otros alumnos y el entrenador le pedía a Victoria que guanteara con ellos, respondían con risas. “Ahí el profe les dice que no se rieran porque soy cosa seria, pero no escuchan, así que les pongo una derecha bien puesta o un gancho y ahí se les quita al tiro la risa”.

“Hay un nivel de dignidad mínimo”

A la Vicky le gusta leer y disfrutaba mucho de los libros inglés cuando estaba en el colegio. Hoy trabaja en gastronomía, en un café que tiene su hermana. Allí preparan colaciones a pedido. Ese trabajo le permite tener la flexibilidad horaria necesaria para boxear. No obstante, esto no significa que sea todo más fácil. Ella tiene súper claro cuáles son las debilidades de su deporte y de lo precaria que puede llegar a ser su práctica.

Para ella, los fondos que se recaudan por pelea deberían ser gastados para, por ejemplo, mejorar las condiciones de los campeonatos. “Si voy a ir a un campeonato que es lejos de mi casa, tengo que irme con la mente enfocada en eso. Yo soy mamá trabajadora, tengo que dejar a mi hija y la pega”. Todos los implementos de boxeo, además, los debe llevar ella: vendas, ropa, guantes y todo lo necesario para un buen rendimiento en el campeonato.

En 2018 le tocó viajar a Lautaro para el campeonato nacional masculino y “fue como llegar a una cárcel”. Los camarotes no estaban en buenas condiciones, los baños sucios, ni siquiera contaban con papel higiénico. Los recibieron con un plato de longanizas y papas mayo. “Una se cuida, se alimenta bien para hacer el peso. Si yo tengo un compromiso como deportista, ¿por qué las personas que son encargadas de la federación no tienen el compromiso con nosotros? Hay un nivel de dignidad mínimo”.

La Vicky ama su deporte, cree en su potencialidad y diariamente ve a personas jóvenes que pueden lograr grandes cosas, pero no existen recursos para apoyarlas. “Yo siempre me cuestiono por qué cuesta tanto sacar este deporte adelante. No pasa con el fútbol. Está el chancho muy mal cortado”.

Para seguir guanteando

Pasar a ser boxeadora profesional es algo que ha estado conversando con los encargados del Club México. Sin embargo, siente que todavía tiene por crecer. Pasar a dedicarse al boxeo para ella es cosa seria y siente que antes necesita pelear a nivel internacional. “Y no quiero que me traigan mujeres ganables, no, no quiero eso. Quiero que me cueste. No le tengo miedo a perder, siento que uno gana mucho más con una pelea perdida”.

A pesar de todo lo que le ha pasado, la Vicky está tranquila. Con respecto a su ex pareja, todo lo dejó en manos de la justicia. Sabe que es lenta, pero tiene confianza en que ella y su hija están seguras. Nadie debería sufrir ningún tipo de violencia, nunca, pero dentro de sus reflexiones, Victoria sabe que su camino estaría muy lejos de lo que es y hace hoy, si nunca le hubiera pasado.

“Me siento orgullosa y no me da vergüenza decir que con todo lo que sufrí, con todo lo que lloré, con todo lo que no me quise; siento que ya pasé lo más penca que pude haber pasado en mi vida. Nunca pensé que iba a ser campeona de Chile. Cuando entrenaba y tenía recuerdos de él, me hubiera gustado tanto tenerlo en la otra esquina, en la esquina azul, a ver quién pegaba de verdad. Ahora me acuerdo de todo e igual me emociono, pero es porque yo me siento orgullosa de mí, porque me costó, porque estuve sola, porque el deporte me sirvió tanto y porque estoy viva y mi hija está bien”.


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