¿Qué somos hoy en día?

Nacho Márquez Salas
Asamblea de Hinchas Azules

Viajo a Rancagua con la fe intacta, con esa consigna clave de sentir la vida de este lado: hoy sí que sí. Pero mis expectativas se ven superadas por la dolorosa realidad que nos afecta. Jimmy Martínez pierde las divididas, Oroz no puede conectarse con el resto, Matías Rodríguez y Augusto Barrios parecen despojados de toda concentración y nuestros delanteros podrían estar toda la noche pateando al arco sin embocarla. Veo al Fantasma Figueroa correr al lado de sus laterales y aleonarlos en cada disputa mientras los nuestros pierden balones insólitos en medio terreno y lanzan centros por compromiso, dejándonos expuestos a un par de contragolpes que resultan infructuosos únicamente gracias a la gigante presencia de Johnny Herrera. Por añadidura, Kudelka pasa la mayoría del tiempo sentado, turnándose brevemente con su asistente técnico para gritar. Una disposición inaceptable, considerando el marcador, el rival y la visible apatía en el campo.

A fuerza de ser justo, corresponde mencionar que en el segundo tiempo, la U crea ocasiones que pueden cambiar el trámite, pero para nuestra mala suerte las cosas se mantienen tal y como las decreta el juez del partido cuando inventa ese penal. Entonces, en este vendaval de incertidumbres, comienzo a recordar cómo se jugaba antes. Tengo perfectamente claro, señor lector, que han cambiado los tiempos, las administraciones, las motivaciones e incluso las hinchadas, porque, si bien la fiel parcialidad universitaria se mantuvo cantando durante casi todo el encuentro, el plantel contagiaba esa actitud abúlica que impidió cambiar el resultado del partido; y la hinchada no se hizo sentir como ese rugido feroz que anteriormente había ayudado a empujar la pelotita. Es difícil que las cosas cambien cuando la unión que nos ha caracterizado parece tan feble, y el cuerpo técnico es uno de los responsables de establecer esa cohesión, al menos en lo futbolístico.

Para un hincha azul, resulta inevitable pensar en retrospectiva y remontarse a esas jornadas de fines de los noventa donde había fútbol, pero también de lo otro. Dicen que la actitud lo es todo, y lo que vimos el sábado pasado no es el ideal que pretendemos para nuestro club. Mencioné que las administraciones ya no eran las mismas, por ende, los objetivos mutaron. Si el foco de un equipo está en recuperar inversiones rápidamente, resultará imposible llevar adelante un cambio profundo en lo futbolístico. Todo está muy distinto y parece tener un futuro oscuro, sin un proyecto en las divisiones menores y con un técnico que bromea en plena conferencia de prensa después de obtener dos puntos de doce posibles. La solución la tienen los dirigentes, pero no podemos pedirles milagros si no han querido hacer las cosas bien. O quizás sí, pero tienen otras prioridades. Las visiones son totalmente distintas, porque mientras ellos revisan cuánto ha entrado o no a sus cuentas, nosotros sufrimos, lloramos y juramos una vez más estar ahí.

“Me va a dar úlcera viendo a la U” dice alguien unos cuantos puestos más allá de mi ubicación, y río por primera vez. Somos un equipo enfermo y la receta está en manos de alguien que no quiere ayudar a sanar. Por nuestra parte, cantaremos el sábado.

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