El fútbol femenino contra el patriarcado

Macarena Sánchez, rostro del movimiento

El rol de trabajador del deportista es algo que usualmente se pone en entredicho o incluso se invisibiliza. Y si esto es cierto para los deportes masculinos, la situación en los deportes femeninos es todavía peor. Aquí la invisibilización responde en parte a una cuestión histórica. Por ejemplo, el primer mundial femenino de fútbol se realizó en 1991, 61 años después del primero masculino. Y, mientras la primera competición de fútbol olímpico masculino fue en 1908, la primera femenina ocurrió en 1996. Muchas de las batallas del fútbol femenino están atrasadas en la misma cantidad de años. Por ejemplo, mientras el fútbol profesional masculino comenzaba a emerger en latinoamérica en 1940, recién hoy se están viviendo los albores de este movimiento en su contraparte femenina.

Así es el caso que está despertando Macarena Sánchez en el fútbol argentino. La exjugadora del UAI Urquiza, tres veces campeona nacional y con un tercer lugar en la Copa Libertadores femenina, fue desvinculada en enero, a mitad de campeonato, por lo que no podrá cambiar de camiseta hasta que termine el torneo. Con el despido no vino ninguna compensación, pues no había contrato entre ambas partes, y esto la hizo decidirse a interponer un alegato judicial contra el club. Las razones eran simples y justificables: exigía que el club para el que jugaba reconociera la relación laboral entre ellos. Sin embargo, el club decidió desconocer una relación que existía tras las sombras y que, por lo demás, es común al resto de las ramas femeninas de los clubes de fútbol argentinos.

Las condiciones en que ellas practican este deporte son deplorables: instalaciones en mal estado, uniformes viejos o que son dados de baja por la rama masculina, inexistencia de contrato y previsión de salud. Muchas veces deben hacerse cargo de arrendar ellas mismas los buses que las trasladan a los partidos e incluso de hacer el aseo de los camarines luego de usarlos. Por ejemplo, en el caso de Macarena, el club le pagaba a la jugadora tres veces campeona 400 pesos argentinos mensuales en concepto de traslados, lo que equivale aproximadamente a 10 dólares o cerca de 7000 pesos chilenos.

Estas situaciones de precariedad se dan en complicidad con el trato de la prensa, la que suele ver a las deportistas femeninas -no solo a las futbolistas- como objetos dispuestos en vitrina para satisfacer el apetito masculino. Ejemplos de esto son el trato hacia la multirécord mundial en salto con garrocha Yelena Isinbáyeba, de la cual constantemente se resalta su belleza y no la dominación que ejerció durante años en su disciplina. Y en el fútbol, podemos hablar del caso de la primera receptora del balón de oro femenino, Ada Hegerberg, a quien el anfitrión de la ceremonia de entrega del premio le preguntó si quería bailar twerk en vivo.

La acción judicial de Macarena y su trasfondo tuvo importante repercusión en el medio, pues sus demandas son transversales. Así, bajo el eslogan Fútbol Femenino Profesional, muchas futbolistas de distintos clubes se hicieron parte de la lucha antipatriarcal. Representantes de Boca, River, San Lorenzo, entre otras, apoyaron explícitamente a Macarena y al movimiento que se está generando. Las jugadoras en general sienten que, a pesar de que los clubes y las asociaciones las consideren como amateurs a la hora de establecer derechos, las obligan a actuar a ellas como profesionales. No pueden faltar a entrenamientos y deben cuidar su alimentación y estilo de vida para poder llegar a un máximo rendimiento. El mecanismo con el que los clubes grandes mantienen a sus jugadoras es ofreciendo un trabajo con contrato por labores anexas en alguna empresa relacionada a la institución. No obstante, si el vínculo equipo-jugadora se rompe, la futbolista debe renunciar a este puesto. Esta forma de encubrimiento de relaciones laborales era propia del fútbol de 1920 y, como la historia ya nos dijo anteriormente, este seudoamateurismo es un sistema que solo favorece a quienes detentan el poder.

Parte del respaldo al movimiento por el profesionalismo

Algo que también nos ha dicho la historia es que el patriarcado se reproduce a sí mismo y se niega a morir, por lo que era evidente que iba a responder ante este movimiento que no solicita otra cosa que el reconocimiento al trabajo de la mujer. El día 9 de febrero, Macarena publicó por redes sociales una amenaza de muerte recibida en la que se puede leer que “hay bastante dinero por su cabeza”. Evidentemente, su exclub se desentendió y condenó estos hechos. De lo que no se pueden desentender es de ser parte de la mantención de un sistema opresivo ante las mujeres deportistas y, por tanto, hacia las mujeres. El fútbol es un espacio originado desde una sociedad machista en un contexto histórico patriarcal -en la Inglaterra de 1850, las mujeres no tenían mayor opción que casarse y tener hijos- y este deporte ha radicalizado muchas de estas actitudes, convirtiéndose en un lugar tóxico para ellas, quienes suelen ser censuradas, invisibizadas y agredidas por el único hecho de transgredir un ambiente masculino.

La lucha por el profesionalismo en el deporte femenino está surgiendo. En Chile, recién el día 6 de febrero de 2019 se firmaron los primeros contratos profesionales para mujeres, a más de 150 años después de la invención del deporte y más de 120 años de la creación de la Federación de Fútbol de Chile. Estos movimientos tienen un potencial de internacionalización muy grande y es necesaria la conjunción entre los distintos actores para poder igualar un espacio que ha sido histórica e intrínsecamente desigual.

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