
La foto es de Muhammad Ali; el año, 1974. ¿Lugar? La República Democrática del Congo, entonces llamado Zaire, y gobernado por Mobutu Sese Seko. Previo a ser Zaire, este lugar fue conocido como el Congo Belga, regido por el rey de Bélgica, Leopoldo II, un genocida terrible y tristemente conocido por sus métodos para imponer las cuotas de extracción de caucho en territorios africanos. Era común a principios del siglo XX encontrar nativos de raza negra sin manos u orejas por no haber logrado entregar la cantidad solicitada.
Cinco años después de la independencia del Congo Belga, ocurrida en 1960, el teniente Joseph-Désiré Mobutu tomó el poder tras un golpe de estado. En 1971, Mobutu cambió el nombre del país a Zaire como parte de las políticas de estado que pretendían eliminar los vestigios coloniales. Utilizando una fuerte retórica pro negro y anti colonos, controló la nación y se enriqueció hasta el hartazgo. Se calcula que su fortuna superaba los 4 mil millones de dólares en una época en la que el país tenía una deuda externa similar.
En Estados Unidos, mientras tanto, Muhammad Ali había recuperado su licencia de boxeador profesional tras su penalización por el boicot a la guerra de Vietnam. Ali se negó públicamente a ir a matar a sus hermanos, otros negros pobres, en beneficio del poderoso Estados Unidos. Con esto, se estableció como defensor de los derechos de los negros en todo el mundo. Durante los tres años que estuvo sin pelear, dio conferencias en universidades prestigiosas y se reunió con los líderes del movimiento de los derechos civiles, como Elijah Muhammad, Malcolm X o Martin Luther King. Su figura polarizaba, pero era visto como un modelo a seguir por todos los jóvenes afrodescendientes.
Durante los tres años en que Ali estuvo fuera del boxeo, otras figuras -también negras- emergieron en la división de los pesos completos. Joe Frazier fue uno de ellos, quien se quedó con los títulos que el retiro obligado de Ali dejó vacantes. Frazier reinó durante dos años, pues en 1973 sería demolido por el ascendente excampeón olímpico George Foreman en dos asaltos. Ali y Foreman compartieron rival una vez más: Ken Norton. Mientras el primero y Norton pelearon dos veces en 1973 -ganando una decisión dividida cada uno-, Foreman lo noqueó en dos asaltos -al igual que a Frazier- para mantener sus títulos, estableciéndose de paso como la máxima fuerza del boxeo. Una victoria sobre Ali lo posicionaría, entonces, como el indiscutido campeón.

El ánimo para realizar este combate estaba instalado. Una parte del público quería ver a Ali recuperando su lugar y elevando la causa de los derechos de los negros, mientras que la otra, más conservadora, quería verlo destruido y humillado. Don King, probablemente el más famoso promotor de boxeo de la historia, se aprovecharía de estas circunstancias y, prometiéndole a cada uno de los púgiles cinco millones de dólares, logró firmar un precontrato para llevar a cabo el evento. Faltaba, ahora, la parte más importante: conseguir los diez millones de dólares. Aquí es donde reaparece la figura de Mobutu Sese Seko. El dictador de Zaire, deseoso de atraer buena publicidad, financió la pelea bajo la condición de que ésta se llevase a cabo en Zaire. Así, con las sonrisas conjuntas de King y Mobutu, se sellaría “la batalla en la jungla” (“Rumble in the jungle” en el inglés original), para muchos el evento deportivo más importante del siglo XX.
El ring para esta pelea fue instalado en un estadio con capacidad para sesenta mil asistentes-lugar donde fue tomada la foto-, y el día del evento estuvo completamente lleno de personas negras libres -así se ve en la imagen, solo rostros oscuros en la multitud que observa al hombre del puño en el aire-.
Ambos boxeadores trasladaron parte del campamento de entrenamiento a Zaire para aclimatarse al clima selvático y para que sus esquinas pudieran hacer reconocimiento del lugar. Ali, en estas fechas, ya era una figura con repercusión mundial, y ni siquiera en Zaire su figura pasaba desapercibida. Era visto por todos los nativos como un luchador contra lo que habían tenido que vivir durante la ocupación belga. Como aquel que, con su voz, se oponía a las manos cortadas, a los rostros mutilados, a los pequeños huérfanos engrillados a un árbol para extraer caucho. Era el poder negro, era su poder.

En el libro “El combate”, Norman Mailer, periodista estadounidense que viajó a cubrir la pelea –en la que Muhammad Ali venció a George Foreman por nocaut en el octavo round-, cuenta que durante su vuelo de regreso a Estados Unidos, su avión estuvo detenido por varias horas en el aeropuerto de Dakar. No por un desperfecto, sino porque un grupo enorme de senegaleses negros, al saber que un avión salido de Zaire y con destino Estados Unidos haría escala ahí, inundaron la pista de aterrizaje con la esperanza de subir a la nave y poder ver a la leyenda y ahora nuevo campeón.