
Hubo nueva elección de directorio de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional. Tres candidatos a presidente, todos distintos y parecidos a la vez.
Vuelve a haber cambio en la presidencia de la ANFP. Motivado, muy probablemente, por la decisión de Arturo Salah a no repostular a su cargo, aunque no podemos asegurar que es la única razón. Y fueron tres los candidatos que se presentaron: Jorge Uauy, Sebastián Moreno y Harold Mayne-Nicholls -curiosamente, todos conproblemas legales en algún momento-. El orden en el que fueron expuestos no fue aleatorio, sino que según algo que podríamos nombrar como el grado de progresismo. Mayne-Nicholls es denominado como el candidato de la redistribución, mientras que Moreno es el hombre de la continuidad del proceso Salah. Uauy, por su parte, está ubicado en el extremo contrario, representando los intereses de los equipos grandes, en particular los relacionados con la venta del Canal Del Fútbol (CDF) al grupo televisivo Turner. Pareciera, entonces, haber diferencias muy marcadas, pero, ¿es tan así? La revisión de sus propuestas parecería indicarlo, pero es necesario analizarlas de manera más detallada.
Hay diferencias, tanto de forma como de fondo, que saltan a la vista. Uauy, por ejemplo, no presentó propuestas concretas y parecía ser un candidato poco preparado. Ante la mayoría de las preguntas sobre sus propuestas, respondió vaguedades o derechamente desconocimiento (por ejemplo, sobre la necesidad de realizar estudios para determinar el futuro del entrenador de la selección masculina adulta). Resulta extraño, entonces, que haya estado tan cerca (un voto) de haber sido elegido presidente. Por el contrario, Moreno tenía un proyecto definido y que tendía a avalar lo hecho por la actual administración y profundizar en los casos que fuera necesario. Harold Mayne-Nicholls también parecía estar parcialmente de acuerdo con lo hecho por la administración actual, y sumaba un par de anuncios radicales o rimbombantes -copa mundial femenina adulta, por ejemplo-.
Lo que no fue resaltado por ningún medio fueron las similaridades entre los tres candidatos. Por ejemplo, ante las consultas sobre los diagnósticos y soluciones para el fútbol femenino, los tres candidatos fueron consistentes en que el problema era de formación y que para eso se necesitaba potenciar el rol de los clubes o de las selecciones. Ninguno en ningún momento se refirió a la posibilidad de que una piedra de tope para el crecimiento de esta actividad fuera la no existencia de una entidad que vele única y exclusivamente por las necesidades del fútbol femenino. Dicho en otras palabras, por la creación de una institucionalidad propia y no mantener al fútbol de mujeres alimentándose de lo que sobre del fútbol masculino. También hubo acuerdo casi completo al ser preguntados sobre qué significa dicha formatividad -tanto masculina como femenina-, pues los tres entienden que el rol de la formación de futbolistas jóvenes recae en los clubes o selecciones. Me parece macabro que lo que se entienda por formación sea el atraer a niños y niñas cada vez más jóvenes para que se dediquen a jugar al fútbol sin hablar en ningún momento de una formación integral. En la vereda contraria se encuentra, por ejemplo, Johan Cruyff, quien cree fervientemente que un deportista de excelencia tiene que tener una mente cultivada al más alto nivel también. Sabiendo que la formación es una pirámide en que en la cima está el nivel profesional, todos aquellos que no logran ascender pisos quedan abandonados a su suerte, pues ya no le son útiles a los clubes, y así lo único que sacan en limpio son un par de sueños rotos.
Otro punto de consenso es el diagnóstico de la segunda división profesional, en el que la crisis, según todos, es la no generación de ingresos. Mayne-Nicholls, el más radical de los tres, propone que la ANFP se haga cargo de algunos gastos operacionales para hacerla más viable. Nadie, ninguno tuvo alguna palabra para los trabajadores que son los que más viven estas crisis. El problema está en el espectáculo, la falta de mercado y la necesidad de vender, o en que debe ser aprovechada para que los clubes grandes puedan foguear a sus juveniles creando filiales y aumentando todavía más su participación en el fútbol profesional (difícilmente un equipo recién ascendido de tercera podrá competir con la estabilidad de la filial de un equipo grande). Nuevamente, las soluciones vienen desde un espacio capitalista y de espectáculo, en desmedro de los intereses del trabajador que hace posible dicho espectáculo en primer lugar. No hubo menciones al rol del SIFUP o de la relación entre los clubes y sus hinchadas, pero sí sobre las indisciplinas de los seleccionados -nuevamente alejándolos de su rol de trabajador y elevándolos en una especie de altar que no les corresponde- y de la continuidad del proceso Rueda, que debe ser visto también como el producto estrella y que, pareciera, hay que prestarle más atención.

No debemos engañarnos: quienes tienen voz y voto aquí, a pesar de tener nombres de clubes, son directores de sociedades anónimas con fines de lucro y que, por tanto, representan solo el interés de sus bolsillos. Sería iluso pensar lo contrario. Iluso es, también, esperar procesos más reformistas que la timorata propuesta de Mayne-Nicholls. La primera batalla que debe darse para poder reformular al fútbol profesional es la que nos espera al interior de cada club, con su recuperación total para los socios para que así exista un contrapeso al poder económico que deviene, necesariamente, en la explotación de los grupos más precarizados.
Lo que es claro es que, aunque haya sido elegido Moreno y éste reemplace a Salah desde enero, nada habrá cambiado.