
Primera parte del especial de Revista Obdulio sobre la vida del futbolista y rebelde Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira. En esta primera parte, sus primeros años, inicios en el fútbol y en la insurrección.
No puede comenzar a escribirse la historia de Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira -o Sócrates, a secas- otro día que no sea un 4 de diciembre. Un 4 de diciembre porque es otro aniversario de su muerte, ocurrida en 2011. Ese mismo día, el Corinthians -su equipo, el de la Democracia Corinthiana- consiguió su quinto Brasileirão (el campeonato nacional de Brasil, menos histórico que algunos campeonatos estaduales). Una linda coincidencia, pero lo que la hace todavía más especial, casi mágica, es lo que el mismo Sócrates dijo en 1983: “Quiero morir un domingo y que el Corinthians levante un título ese día». A la gente especial se le cumplen ese tipo de deseos.
Hablar de Sócrates es hablar de Brasil, de su geografía y clima, de su carácter, de sus desigualdades, oportunidades y carencias. En el fondo, de su esencia como país. Podría parecer una exageración, es cierto, pero quienes conocieron a Sócrates saben que estuvieron cerca de alguien diferente y que vivió sin saber de grises tanto dentro como fuera de la cancha.
Nació en la ciudad de Belém de Pará el 19 de febrero de 1954. Belém es la capital del estado de Pará, ubicado al norte del país, y habitualmente se refieren a ella como la entrada al Amazonas. El norte de Brasil es considerablemente más pobre que la zona sur, donde se ubican las grandes ciudades y el desarrollo. Los padres de Sócrates son un reflejo de ello. Pese a que siempre vivió en un hogar de clase media, su padre, Raimundo Vieira, antes de ser empleado público, fue uno más de los trabajadores precarizados de la zona norte del país. Su ascenso se debe, en parte, a una curiosa afición por los libros que lo motivó a terminar su enseñanza primaria y secundaria de manera autodidacta. De hecho, Sócrates recibe su nombre del filósofo griego debido a que Raimundo se encontraba leyendo uno de sus clásicos durante las últimas etapas del embarazo de su esposa. Una notable excepción que no es más que eso, una notable excepción, pues las condiciones de los trabajadores del Amazonas siguen siendo paupérrimas hasta el día de hoy, y no puede pretenderse que estas excepcionalidades -que toma forma en las capacidades y posibilidades de uno de ellos, el padre de Sócrates- se conviertan en ejemplo para invisibilizar sus causas de origen.
Cuando Raimundo entró al aparataje público, la familia se mudó a Ribeirão Preto, una localidad cercana a São Paulo. Allí se completó el núcleo familiar, ahora compuesto por otros cinco hermanos (Sóstenes, Sófocles, Raimundo, Raimar y Raí, el último excampeón del mundial de 1994) además de ambos padres. Fue en Ribeirão Preto donde Sócrates conocería el fútbol. Su primer equipo importante fue Botafogo -entró a las juveniles cuando tenía 16 y firmó su primer contrato profesional dos años después-, aunque antes había jugado por clubes de barrio y en la selección de su colegio marista. Desde siempre, desde que comenzó a tocar una pelota, los adultos a su alrededor notaron que hacía fácil lo difícil y que tenía capacidades muy distintas a otros jugadores incluso mayores. Su nivel de juego, por lo demás, era tan alto le permitía concesiones especiales, como, por ejemplo, no ir a entrenar. Consideraba a los entrenamientos físicos una pérdida de tiempo valioso, pues su padre le había inculcado el valor y la importancia del estudio. Así, se veía siempre a este sujeto desgarbado y de melena negra cargado con libros. Nada le sacaba de la cabeza el sueño de ser médico; para él, el fútbol no era más que un pasatiempo, algo con lo que llenar los vacíos y que además se le daba bastante fácil, pero era el ser médico -o el aprender- era lo que lo motivaba realmente. Y de a poco su carácter crítico comenzó a convertirse en una especie de rebeldía: no entrenar ahora tenía una razón, un motivo más profundo que el simple desgano, y que luego se convertiría en una parte esencial de su forma de vida.

Pero es importante hacer una precisión que tendrá repercusiones todavía más importantes. Se mencionó que, antes de jugar por el Botafogo, jugó en varios clubes de barrio. Uno de ellos fue el Raio de Ouro, a la edad de doce años. En él, según sus palabras, fue cuando comenzaron a forjarse aspectos trascendentales de su personalidad. Su padre, intentando mantener la estabilidad emocional de sus hijos, nunca les había comentado de su pasado -su infancia precaria, pobreza nortina-, y para Sócrates, su burbuja social -hijo de empleado público bien pagado y con una casa en los suburbios de São Paulo- era la realidad. Es necesario aclarar, además, que Sócrates no fue pobre, o al menos no el tiempo suficiente como para que la carencia se hiciera parte de su vida. Su padre sí fue pobre, y de la pobreza de un Brasil de principios de siglo, pero él, Sócrates, vivió en el privilegio. Así lo demuestra su educación, sus aspiraciones o sus intereses. En el Raio de Ouro, en cambio, se encontró con niños de su edad que a veces llegaban a jugar sin haber comido en todo el día. Y allí triunfó. No solo triunfos deportivos, sino que también personales. Puede, incluso, que fueran estas vivencias las que hayan comenzado a hacer brotar su veta política contestataria. Más de alguna vez, ante la pregunta sobre su momento de máxima gloria, contestó que era haber jugado y ganado en ese club de su barrio. Haber llevado al triunfo a ese equipo disímil, de niños de todas las edades y de pasados tan distintos. Fue, creemos, romper la burbuja con una victoria. Ganar siendo parte de algo más grande. Ser parte de todos.
Esta entrada es la primera parte de una serie de publicaciones que recorren la biografía de Sócrates. La segunda parte puede ser leída en https://revistaobdulio.org/2018/12/17/socrates-brasileiro-sampaio-de-souza-vieira-de-oliveira-parte-ii/